viernes, 18 de febrero de 2011

HerzStehtStill

Hemos vuelto al principio. La escena del primer caso se repetía. Se encontró una chica asesinada en su habitación, en un barrio cercano al centro de la ciudad... Igual que la primera vez, la escena parecía el lugar en donde se habían alimentado unos leones o unos lobos, o simplemente la guarida donde una bestia sedienta de sangre había calmado su sed. Eso era. La guarida de un animal salvaje que acababa de alimentarse.
Como la joven vivía sola no había sido descubierta hasta que el olor a muerte traspasó las barreras de su departamento. Dentro de la casa, el hedor era difícilmente soportable. Incontables alimañas pululaban por la habitación. Cuando entré, una familia entera de ratas salió corriendo a refugiarse en sus agujeros. Las paredes estaban cubiertas de moscas que revoloteaban y zumbaban produciendo un sonido parecido al de un generador. El cuerpo de Natalia se removía casi imperceptiblemente, como si la vida bullera en su interior a pesar de sus días de muerte. Cuando me acerqué a examinar el cuerpo me asaltó una arcada descomunal. Lo comprendí al instante: la vida que parecía removerse bajo su piel, de hecho se alimentaba de su propia muerte. Eran dípteras, la descendencia de las moscas que tapizaban las paredes. No era muy complicado dilucidar por dónde habrían entrado. El boquete que habían abierto en su pecho era una puerta abierta que invitaba a entrar a los asquerosos parásitos.
El cráter que nacía en el costado izquierdo su pecho dejaba ver su interior ampliamente, pero no mostraba el corazón, como era de suponer. No se veía nada, un negro azabache más oscuro que la noche sin Luna. La bestia sanguinaria había extraído el corazón de su lugar, creando un reguero de sangre a su alrededor. Las sábanas, que una vez fueron blancas, estaban teñidas de un rojo inenso; el mismo que salpicaba las paredes y el piso abundantemente. Al sacar el objeto de su fascinación, había desgarrado piel y músculo con la fuerza de una fiera salvaje. hasta había logrado romper los huesos de la caja torácica. Otra vez la bestia. Otra vez la fuerza sobrehumana. Otra vez las dudas sobre si era una sola persona o si eran varias. La fuerza de la mano de un hombre adulto normal no puede hacer ese tipo de cosas. Necesitó la ayuda de alguien más, o de algún tipo de herramienta enfermiza.
A pesar de todos los horrores ya descritos, había algo que era aún más perturbador. No contento con despojar a Natalia de su corazón, la bestia lo había dejado estacado en la pared, como un trofeo... o una burla más bien: una burla a los investigadores que lo siguieran, una burla a la familia de Natalia, una burla a ella misma. Reprimí mi odio hacia esa bestia, reprimí mis sentimientos por Natalia y junté las fuerzas necesarias para inspeccionar el órgano empalado en la pared. Éste estaba completamente seco, ni una gota de sangre le quedaba en su interior. Se notaba que lo habían estrujado para vaciarlo. El miocardio estaba desgarrado en varios lugares, clara seña de que había sido manipulado sin cuidado alguno. Cerca de donde estaba clavado el corazón, había impresiones de manos en la pared; impresiones de un rojo oscuro, un rojo que se notaba desgastado y quemado... oxidado por el contacto con el aire durante varios días. El enfermizo perpetrador había bañado sus manos con la sangre del corazón de Natalia y había dejado descuidadamente sus huellas en la pared. Luego supe que esas huellas no coincidían con nadie en la base de datos.
Una vez más se me vino a la cabeza la idea del desquiciado que disfrutaba coleccionando horrores y cosechando penas. Era lo más probable hasta ahora, teniendo en cuenta las víctimas, las escenas y las malditas huellas que se repetían en todas ellas pero que no pertenecían a nadie. Ya no se me ocurría ninguna hipótesis más y ésta era mejor que cualquier otra, así que decidí formular el perfil del asesino esa misma noche basándome en los escenarios que ya había visitado. Estaba decidido a terminar con el identikit esa misma noche, pero para poder aguantar hasta la mañana siguiente necesitaba hacerlo con mi viejo amigo. De camino a mi oficina, me detuve en nuestro clásico lugar de encuentro... y juntos, partimos hacia el despacho.

lunes, 7 de febrero de 2011

HarvesterOfSorrows

Había aparecido otra víctima y todavía no había un camino seguro por el cuál transitar que me llevara a la puerta del asesino. Ésta me desconcertaba aún más... Los rastros del perpetrador eran los mismos que en las dos escenas anteriores, pero la metodología era mucho mas desprolija, como si el asesino dudara de lo que hacía. Además de lo chapucero del trabajo y la ineptitud con la que se había realizado, se notaba que se le presentaba la duda de si lo que estaba a punto de hacer estaba bien o no. Se notaba que los dos anteriores estaban totalmente convencidos de lo que hacían; pero éste... éste era distinto. No pude evitar pensarlo: ¿Podría ser que los dos primeros estuviesen reclutando gente nueva? ¿Sería posible que hubiesen obligado a algún inocente a hacerlo?
El cuerpo en cuestión era otra Natalia, estaba convencido de que me acostumbraría a usar ese nombre antes de lo esperado. Esta vez estaba amarrada a los barrotes de la cama por sus muñecas, con dos cinturones de cuero. Lo mismo se veía en sus tobillos. Estaba desnuda. Las quemaduras en el cuello confirmaban mi teoría de la ineptitud del asesino. O no sabía como estrangular a alguien, o había empezado a hacerlo y se detuvo carcomido por su consciencia... repetidas veces. Habían violado a Natalia. Los dos monstruos habrían obligado al tercero a abusar de ella mientras se encontraba indefensa atada a la cama. Seguramente ellos habrían participado también. Esta vez se habían cuidado de no dejar ningún fluido corporal que los delatara. Desaté a Natalia, quería darle una posición más digna. Cuando me acerqué, noté unas marcas en la parte alta de su hombro, escondidas por su cabello castaño. Eran marcas de quemaduras de cigarrillo. Estaba bien claro lo que se leía, pero no tenía ningún sentido: "P 1:8". Las marcas eran bien claras y profundas, no había duda en la mano que las había hecho. No había sangrado así que estaba bien afirmar que habían sido hechas una vez muerta Natalia. Pero...
¿Qué significaban? ¿Acaso era la firma del asesino, su marca personal? ¿Un identificador, como los de ganado? ¿Tan sádico era que podía objetivar a sus víctimas? ¿O más bien era la marca de una secta o un grupo? Lo último explicaría la existencia de varios asesinos. ¿Las huellas presentes en todas los escenarios serían las de un observador, alguien por quién se hacían los sacrificios? Esto también favorecía la falta de decisión en este último caso. ¿Sería, quizás, algún tipo de iniciación en la secta, y por eso se notaba tanta duda en el accionar del perpetrador? ¿Estaría éste nervioso por complacer a su superior? ¿O simplemente sería miedo a la muerte? Muerte que seguramente se cerniría sobre él de no hacer lo que le indicaban los dos monstruos. ¿O sería más bien un sólo psicópata al que le gustaba cosechar penas?
La cabeza me daba vueltas, no podía parar de formular hipótesis. Necesitaba un descanso tantas variantes, tantas posibilidades, tantas combinaciones de hechos. Necesitaba a mi viejo amigo, pero sabía que él me llevaría por un mal camino. Aparté esas ideas con un sacudón de cabeza. Prendí un cigarro, me calcé el sombrero, metí las manos en los bolsillos de mi abrigo y salí caminando del motel, ensimismado, pensando en mi amigo.

viernes, 4 de febrero de 2011

TrailOfTears

Era el segundo golpe de nuestro animal. Desde el principio, esto se iba poniendo difícil: no encajaba para nada con el anterior. La única coincidencia era la terrible cantidad de huellas que había dejado atrás. Casi parecía que el asesino quería ser encontrado, pero como ya sabíamos, las huellas no pertenecían a nadie. El resto de la escena era totalmente diferente. Podría decirse que era otro el que había perpetrado el crimen.
No había un solo rastro de sangre en la habitación del motel. Se notaba que había habido bastante forcejeo, la víctima no se había dejado vencer tan fácilmente. La cama deshecha, un aparador caído, un espejo roto, eran los rastros de violencia que se percibían a primera vista. Un examen un poco más detenido mostraba unos puntos negros en la alfombra. Venían desde el baño y cruzaban toda la habitación hasta la cama, donde formaban un patrón caprichoso sobre las sábanas desgastadas. Esos puntos me desconcertaban.
La víctima resultó ser una prostituta, no llevaba identificación alguna, ni un celular, nada. Una N/N. Natalia era una chica flaca, esbelta, pero corpulenta. Era una mujer pesada, difícil de manejar como un peso muerto. O bien había llegado a su estado actual con su consentimiento, como parte de un juego sexual; o bien el asesino no había actuado solo. Pude comprobar eso cuando la quise bajar del ventilador de techo del cual colgaba. Su metro ochenta se descargó pesadamente sobre mis hombros y me hizo trastabillar. Con dificultad pude acostarla boca arriba sobre la cama. A pesar de que nada en la escena me brindaba una base sólida para afirmarlo, estaba seguro de que el asesino no había actuado solo esta vez. Natalia era muy grande como para maniobrar tan fácilmente con ella, mucho menos colgarla a un metro por sobre el piso.
Algo en su rostro llamó mi atención. La sombra de su maquillaje estaba completamente corrida. Corrida por las lágrimas que había derramado suplicando por su vida. Pobre Natalia. Casi podía oírla llorar. Quise limpiarle el maquillaje de la cara y su tacto aceitoso me llamó la atención. Recordé los puntos negros que formaban el camino que llevaba a su muerte. Era su maquillaje que había goteado a causa de sus lágrimas. Estaba claro. No había sido víctima de un juego sexual. Este enfermo la había arrastrado por toda la habitación mientras Natalia lloraba. Me corrijo: estos enfermos. No había forma humana para una sola persona de arrastrar a voluntad a Natalia, mientras forcejeaba, por toda una habitación, y encima izarla un metro. Aún así, la segunda persona no había dejado rastro alguno.
Sin saberlo, me había comprometido a atrapar no solo a un asesino despiadado, si no a dos. El tamaño de Natalia, su camino de lágrimas, las diferencias abismales entre los dos asesinatos, casi todo gritaba que eran dos personas distintas. Aún así, las huellas y los cabellos eran idénticos. Era incuestionable que la misma persona había estado presente en las dos escenas, pero mis neuronas no dejaban de gritar que eran distintas.

miércoles, 2 de febrero de 2011

InForAKill

Recuerdo aquella fatídica noche en la que todo comenzó. Llovía. Esa noche llovía torrencialmente. Afuera llovían baldes de agua. Adentro, en mi mente, llovían ideas, imágenes. Imágenes que quedaron impresas en mi retina y se rehusaban a irse.
Esa tarde me habían llamado de la central de policía, desesperados. Yo ya sabía lo que eso significaba. Tenían un caso complicado y no podían resolverlo ellos mismos. Siempre recurrían a mí cuando sus obtusas mentes no podían seguir adelante. Esa misma tarde había resuelto retirarme. No quería saber más nada con ningún crimen ni ningún psicópata. Pero ahí me encontraba yo, en el taxi, camino a la escena del crimen.
Cuando llegué me encontré con una casa normal en un barrio normal. Lo único que la diferenciaba era el cordón policial. Bajé del taxi y atravesé el cordón. No alcancé a caminar dos metros que el olor a muerte me llamó en susurros. Ya sabía lo que venía: un cadáver en la cama, apuñalado, o baleado quizás. Pocas pistas. Sin huellas. Ningún rastro. Lo suficiente para despistar al policía común. No podía estar más equivocado. La escena que me recibió era digna de la más retorcida cabeza. El cadáver estaba en la cama, sí. Estaba apuñalado, sí, en el bajo vientre. Pero el enfermo que lo hizo se tomo el trabajo de abrir de cabo a rabo el vientre y desparramar todo el contenido por la habitación. Huellas de pisadas había miles. Huellas dactilares, otras tantas. Hasta cabellos que no pertenecían a la víctima yacían desparramados por todo el lugar.
No había manera de no encontrar al desquiciado que había hecho eso, pero por alguna razón me habían llamado. Cuando empecé a rastrear las huellas dactilares no encontré ninguna coincidencia con las ya almacenadas en la base de datos. Corrí la prueba de ADN, mi mente empírica me dictaba que era infalible. Cuando obtuve los resultados del laboratorio, me dijeron que las muestras eran imposibles de decodificar. El asesino no podía ser hallado por ningún método convencional, era como si no existiese... Por eso me habían llamado.
Lo que vi esa tarde, como ya dije, llovía en mi mente mas tarde esa misma noche. No podía dejar de pensar en las atrocidades que había presenciado, no podía dejar de pensar en la forma brutal en la que le habían quitado la vida a esa joven. A pesar de que había decidido mi retiro escasas horas antes, no podía vivir con la idea de compartir el mundo con un monstruo como aquel. Así, me lance a la cacería más prolongada y sangrienta en la que jamás participé...